Los romanos de
la República se dedicaron con entusiasmo a la marcha,
la equitación y otros ejercicios gimnásticos. No pocas veces, después
de un ejercicio violento se arrojaban al Tíber, como los espartanos al Eurotas. Plutarco refiere
que César consiguió curarse de una neuralgia haciendo que un esclavo
amasara sus músculos. Con todo, los romanos no practicaron nunca la verdadera
Gimnasia, la de Atletas. Sólo tomaron de Grecia los ejercicios en los circos,
adaptando a su carácter cruel los ejercicios griegos y transformando así en
combates de gladiadores los juegos de los atletas griegos.
La Edad
Media no conoció la Gimnasia. Únicamente recurren a ella personajes como
los bufones o arlequines. También algunos aristócratas continuaron ejercitándose.
La
verdadera Gimnasia fue defendida por los filósofos
reformadores Lutero, Zwinglio, Mélanchton y Roussene.